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Una persona viene a consulta con una preocupación, pero una mirada y un cambio que sana abarca a la persona entera



Especializada en terapia Gestalt y PNL, ella acompaña a las personas con todo lo que tienen, no solamente tratando el síntoma que les preocupa en el momento de ir a consulta; puede que eso solo sea la punta del iceberg… Lo que realmente dará lugar a una transformación profunda será profundizar más allá del síntoma y llegar a poder explorar el iceberg completo, mirando hacia nuestros miedos y hacia cómo vivimos la vida en todos sus aspectos y siendo capaces de abrazar todo nuestro potencial.                                   
¿Qué nos podrías contar sobre tus orígenes como profesional de acompañamiento en temas de infertilidad?                                  
Mi proceso de infertilidad fue largo. Tenía 37 años y esperé casi un año intentándolo antes de hacerme las pruebas. Después, mi pareja y yo decidimos hacer un tratamiento lo más natural posible (combiné acupuntura, fitoterapia y nutrición) que duró otro año. Durante este tiempo yo estaba haciendo terapia individual así que empecé a traerlo a las sesiones y fue de gran apoyo; mi terapeuta me ayudaba a tener otros puntos de vista que me aliviaban, yo sospecho que sólo contando con mi pareja o mis amigos no habría llegado a esas conclusiones. Mi terapia era un lugar seguro donde poder hablar de ello, había ese calorcito del uno a uno; me sentía entendida y acompañada.
Al poco tiempo empecé a formarme como terapeuta Gestalt, inmersa en pleno proceso de búsqueda del bebé. La Gestalt es experiencial, así que mucho de lo que viví en la formación estaba impregnado por mi dificultad para tener un hijo. Me costó compartirlo en el grupo pero me ayudó mucho… lloraba cuando tenía que llorar, hablaba cuando tenía que hablar. Y hubo embarazos en el grupo, lo que más temía al principio. Aquello era un mini escenario del mundo en el que pude transitar la tristeza, la rabia, la alegría etc con otras personas y en un entorno de apoyo.
Después empecé a trabajar como terapeuta y me puse a escribir artículos sobre lo que había entendido de la infertilidad. Se los hice llegar al centro donde había hecho mi tratamiento y ellos comenzaron a derivarme clientes. Poco después abrí un grupo de apoyo junto a otra terapeuta y así fui recibiendo a más personas.
Lo que me motiva a dedicarme a esto es que veo el sufrimiento que hay en el proceso, la dificultad, el secretismo… Mi deseo es que uno pueda atravesarlo, que sepa que no está solo. Durante el proceso hay muchos túneles que cruzar, muy oscuros, que nos conectan con miedos y rasgos de nuestro carácter que salen aún más fuertes… mi trabajo lo comparo con acompañar a la persona en ese túnel con una linterna, para poner un poco de claridad y alivio y tirar adelante, esté dónde esté. Yo he vivido el peor escenario (aparentemente), que fue aceptar vivir sin hijos; fue una decisión consciente y finalmente estoy feliz con ella. Sin embargo mi terapia no va dirigida a que tú aceptes eso y ya… no. Mi terapia es para acompañarte a transitar tu dificultad y a buscar recursos, que los hay, para que estés bien en la fase de tu proceso en la que estás, sea cual sea. O por lo menos para que la puedas llevar bien. Como a mí me angustió el llevarlo sola hasta que lo traté en terapia, quiero que a ti no te pase lo mismo, que no sufras.
Pongo al servicio mi saber hacer como terapeuta y mi experiencia vital, esos dos son mis puntos de apoyo.
¿Cuál crees bajo tu punto de vista que es lo más importante a tener en cuenta por una pareja a la hora de decidirse o no por tratamientos u otras alternativas como la adopción?
 Yo aquí veo dos cosas: por una parte reflexionar sobre la pregunta ¿de dónde nace el deseo por tener un hijo? Es importante que sea un deseo genuino, que sea una prolongación del estado de pareja; que ese hijo no venga a llenar una carencia emocional, ya sea de la persona o de la pareja. A veces desde ahí se lucha por tener un hijo a toda costa; a través de cualquier tratamiento… No es la función de un hijo venir al servicio de alguien sino vivir con todo su potencial.
Por otra parte, creo que también es importante que las dos personas estén mínimamente de acuerdo sobre una u otra opción. Aquí ya entran diversos factores como los valores de cada uno o el presupuesto con el que cuentan. No es necesario que los dos estén de acuerdo con la misma intensidad o deseo pero sí que cada uno sepa lo que la otra parte piensa y siente para llegar a un entendimiento con conciencia, si se puede. Si no es así, lo mejor es dejar libertad para que cada miembro elija, con las consecuencias que traiga.                                   
¿Crees que hay algún miedo a la hora de acudir a un profesional de ayuda para estos temas?                                  
Sí, yo creo que hay algunos miedos. Uno que he visto con frecuencia es: voy a “abrirme a alguien”… ¿quién es esta persona?, ¿qué le voy a contar?, ¿qué me va a decir?, le voy a mostrar mi intimidad. Abrirse emocionalmente, de verdad, frente a un extraño, puede no ser fácil. Además uno va a mirarse una herida en carne viva, a explorar el sufrimiento en el que está ahora mismo. “O sea, que voy a tener que estar en contacto con esto MÁS TODAVÍA”. La buena noticia es que el miedo a mirarlo asusta más que lo que realmente sucede cuando uno lo hace; si está bien acompañado aporta tranquilidad.
“¿Esto me va a funcionar o no?” – es otra de las incertidumbres – “porque le voy a dedicar mi energía, mi tiempo y mi dinero”. Y además, como el malestar es muy grande, uno quiere algo que le alivie ya. La terapia que yo hago es un trabajo más vivencial que teórico, así que en pocas sesiones puedes ver si es lo que quieres o no. Otra cosa es que los resultados lleguen ya. ¡A veces es así! pero no depende de que ambos, el cliente y yo, lo deseemos; depende del proceso de cada persona.                                   
La infertilidad poco a poco se va haciendo más visible en la sociedad con los cambios en las comunicaciones y gracias a los avances tecnológicos de los hospitales y clínicas, pero… ¿Qué crees que faltaría conquistar aún en este aspecto? ¿Qué titular te gustaría leer en los medios a medio/largo plazo si pudieras pedir uno?                                   
No sé si sería un titular, pero desde luego, una actitud por parte del entorno que permitiera reconocer la dificultad emocional de muchas personas que atraviesan este proceso, incluidos los duelos no “oficiales” de los abortos. Que fuera algo obvio para los demás: yo estoy atravesando esto, hay un sufrimiento añadido, he perdido algunos hijos tan pequeños que ni siquiera he podido ver su cara… que el entorno lo pudiera entender. Que no tuvieras que explicar tanto (es soñar alto, lo sé, porque en cierta manera es normal).                                   
En este sentido también que los profesionales médicos que acompañan tuvieran más información sobre las dificultades emocionales que implica la infertilidad; para que les fuera más fácil acompañar a los clientes, que por lo general necesitamos mucha empatía. Ojo, no estoy diciendo que no haya profesionales que ya lo hagan, ni mucho menos, sino que la parte emocional tuviera más peso en la formación que se les da.                                  
El campo de las emociones es algo desconocido para muchos que no han pasado nunca por terapia y muchísima gente cree que ir a un psicólogo es solo para “los que están mal”. ¿Cómo ayudas en un proceso de infertilidad a gestionar las emociones derivadas del mismo?                                   
Yo suelo decir que es más fácil empezar por ponerle nombre a lo que te pasa. A veces, en la maraña emocional uno no sabe ni lo que siente. Después, una vez sabes lo que es, conviene incluirlo como parte de ti mismo sin rechazarlo (sea lo que sea) para luego  entenderlo. En todo este proceso van apareciendo riquezas, esperanza, vamos explorando en qué te puedes apoyar.
A mí me gusta incluir los recursos que están a nuestro alcance. Por ejemplo, si tengo mucho miedo a vivir una situación, a la pérdida o a los resultados, podemos investigar cómo ya he sobrellevado otras situaciones de miedo, no importa si son parecidas o no. Lo importante es si ya he tenido esta sensación o algo parecido en otro momento y cómo lo gestioné internamente. Desde ahí se pueden tender puentes al presente. El resultado, para la persona que lo vive, es bastante claro.                                   
Pero si de verdad quiero entender qué me pasa merece la pena dar un paso más. Las dificultades que me toca vivir revelan aún más mi carácter; cómo yo reacciono y me posiciono ante la vida. Estas reacciones y lo que siento serían como las puntas de un iceberg, las manifestaciones de cómo entiendo las cosas a un nivel más profundo. Ahí, debajo de la superficie está la mayor parte del hielo, eso sería el carácter. Si en terapia le dedicas tiempo y exploración a eso entras en una transformación profunda. Vamos ya al origen, que está debajo de la superficie, para que puedas entenderte, recuperar aspectos que uno puede creer que no tiene y así poder atravesar, no sólo esta dificultad, esta punta del iceberg, sino otras que la vida te presente. ¡Y también poder disfrutarla!
También insisto en mi trabajo en que uno vaya encontrando herramientas y reconociendo lo que va logrando para llevarlo al día a día. Si solo te pones a buscar e indagar está bien… pero ¿cómo lo vas a hacer luego o mañana, cuando salgas por la puerta de la consulta? Esto es algo importante a tener en cuenta.                                   
También es algo recurrente que las parejas afronten el proceso con secretismo hacia la familia y el entorno. ¿Qué acciones se podrían llevar a cabo para trabajar esto? ¿En quién pueden confiar?                                  
En el secretismo hacia la familia y el entorno uno supone que hay “algo que tengo que ocultar” que no está bien, un estigma relacionado con un fallo a nivel pareja, a nivel biológico, un fracaso encubierto. Otras veces uno cree que los demás no lo van a entender o les va afectar de manera negativa y prefiere evitárselo.
Se suma a esto que las relaciones que yo tenga con tal o cual persona son las que son, y si antes no tenía confianza para contarle ciertas cosas, o me sentía juzgada, ahora va a ser lo mismo, lo que es lógico. Es decir, este aislamiento desvela unas dinámicas de relación con otras personas o familiares que ya existen.
Con este panorama yo creo que lo mejor es ver dónde sí te puedes apoyar. Si la necesidad es buscar contacto, apoyo y confianza, la solución es buscarlo donde ya lo hay, no reinventar donde no hay. Si se da, se da y si no, lo busco donde se esté.
Aunque también pienso que abrirse a la vulnerabilidad de contarlo a personas de nuestro entorno muchas veces hace que se acerquen; les damos la oportunidad de entendernos y aparecen apoyos donde no lo imaginábamos. No podemos pretender que nos comprendan si no mostramos lo que nos pasa. El caso es no empecinarnos en obtenerlo donde suponemos que debería estar y no quedarnos enganchados ahí.                                  
¿Cómo de importante ves el contarle al hijo sus orígenes? ¿Qué debería tenerse en cuenta para tomar esta decisión?                                  
Yo creo que, en general, es bueno para el niño que sepa sus orígenes.
Sin embargo uno de los puntos importantes es ¿Cuándo contarlo? En mi opinión cuando yo, como padre o madre, lo haya integrado en mí mismo y haya reconocido y elaborado las emociones que me despertó el proceso. Yo recomiendo que haya una introspección emocional en los padres, y más aún si hay una donación de un tercero. En este caso, lo más delicado y a la vez lo más sano para el sistema familiar sería que los padres puedan reconocer interiormente a este tercero y darle un lugar en sus corazones. No hace falta que lo digan, pero sí que ellos hagan este movimiento interno de reconocimiento y agradecimiento. Esto es tan sólo una descripción muy breve de cómo sería el proceso, un apunte de hacia dónde dirigirse. Después, una vez los padres lo hayan entendido y sentido así yo sí abriría la puerta a comunicarle al hijo su origen.
En lo anterior es muy importante transmitirle al hijo que hubo amor en cualquier decisión que se tomó: amor por el hijo, amor por la pareja y amor por la vida.                                  
¿Qué es lo que diferencia el enfoque de la terapia Gestalt que ofreces con respecto a otras visiones de la psicología y metodologías relacionadas con terapias médicas o alternativas?                                  
La terapia Gestalt es una terapia de apoyo encuadrada dentro de la psicología humanista y por tanto entiende a la persona como a un todo. En las sesiones tenemos en cuenta lo que piensas pero también lo que sientes y cómo lo vives en el cuerpo, las sensaciones. Esto es algo que puede diferenciarla de otras modalidades de psicoterapia o enfoques médicos; la integración de los aspectos cognitivo, emocional y somático.
Mi enfoque está basado en la terapia Gestalt y también en la PNL (Programación Neurolingüística), así que mi punto de partida es la confianza en que las personas contamos con un gran potencial para superar las dificultades.
Otra diferencia sería la manera de abordar el problema. Yo lo trato, pero sobre todo trato a la persona en sí. Si tú vienes a mí consulta porque llevas mal el proceso de infertilidad y estás intranquila no sólo me interesa ofrecerte técnicas de relajación sino también saber cómo lo vives, qué te dices a ti misma, cómo estás con tu entorno; a partir de todo eso vamos a ver cómo podemos hacer para que tú estés mejor. Es la persona entera, con su forma de ver la vida y su experiencia vital lo que yo acompaño. Los asuntos que pueden estar detrás del síntoma son muchos: desde cómo concibo la vida, pasando por cómo concibo mi futuro, qué es lo que yo esperaba de mí o lo que esperaba de mi vida en pareja. Una persona viene a consulta con una preocupación, pero una mirada y un cambio que sana abarca a la persona entera.

Daniel Vazquez 

Agradecimientos: Meatpacking Bistro (Travessera de Gràcia, 50-52, Barcelona)