La paciente con baja respuesta a la estimulación ovárica para FIV constituye probablemente el reto más importante al que nos enfrentamos los profesionales que tratamos a las parejas con problemas de fertilidad.
Hoy en día, fundamentalmente por razones sociales, las mujeres retrasan su maternidad, disminuyendo la posibilidad de concebir de forma natural. La calidad y la cantidad de los ovocitos desciende considerablemente a partir de los 35 años, reduciendo la probabilidad de conseguir un embarazo. Por ello, las clínicas de reproducción asistida reciben, cada vez más, a parejas con problemas de infertilidad.
Una madre de 26 años de edad, declarada en muerte cerebral, ha dado a luz a dos gemelos. Los médicos de un hospital de Michigan decidieron realizar la cesárea para tratar de salvar a los niños, que nacieron prematuramente con 25 semanas de gestación.
“Si tengo el hijo, todo estará bien”, “Si tengo un bebé, será el bebé perfecto”... Son creencias que con frecuencia bombardean las mentes de los futuros padres, y por el camino en este proceso de infertilidad pueden pasar muchas cosas.
En la búsqueda de la igualdad de género y la autonomía reproductiva, cada vez más mujeres están optando por congelar sus óvulos para preservar la opción de ser madres en un momento más adecuado en sus vidas. Esta práctica, conocida como criopreservación de óvulos, ha ganado popularidad en los últimos años debido a sus potenciales beneficios en términos de planificación familiar y libertad personal. En este artículo, exploramos el crecimiento de esta tendencia y analizamos sus implicaciones sociales y médicas. La congelación de óvulos propios implica someterse a un proceso de estimulación ovárica para producir múltiples óvulos, que luego son […]