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El dolor de la Infertilidad en la mujer



La sociedad actual ha cambiado en muchos aspectos sociales, científicos, tecnológicos, etc., sin embargo la fisiología humana sigue manteniendo los mismos biorritmos.  La fisiología de las mujeres no ha cambiado, y nuestra capacidad reproductiva sigue comenzando especialmente temprano en comparación con otras especies, pudiendo quedarnos embarazadas siendo casi niñas, y apareciendo un envejecimiento reproductivo alrededor de los 40 años, momento en el que la mujer actual tiene su esplendor personal, laboral, familiar y social.

Por otro lado, las mujeres seguimos menstruando aproximadamente cada 28 días y esto nos permite calcular los posibles días fértiles y realizar una planificación de cuando deseamos ser madres, o por el contrario, aplicar métodos anticonceptivos para evitarlo. Resulta curioso, que durante años intentemos evitar algo que no sabemos a ciencia cierta si tenemos…la fertilidad.

Desde siempre, la fecundidad ha sido algo muy importante. Tradicionalmente ha sido uno de los temas culturales más importantes y que más afecta en el ámbito social y personal. En muchas sociedades todavía existe el denominado “pago nupcial”, es decir, toda una serie de bienes materiales que debe entregar el novio a la familia de la novia, lo que según la opinión de la mayoría de los etnólogos, significa el precio pagado por la novia, o, lo que es lo mismo, por su fertilidad.

Antiguamente era la propia mujer la que veía la esterilidad como una deshonra para los suyos y para ella misma. La mujer estéril ha sido considerada como fisiológicamente inferior a la fecunda, incluso a veces se ha considerado su esterilidad como un castigo de los dioses o una maldición del cielo.

Durante mucho tiempo se consideró a la esterilidad como una causa para la disolución del matrimonio en el Antiguo Egipto o en la dinastía china manchú.  Entre los hebreos, el marido de una mujer estéril estaba autorizado a buscar otra unión, favorecida en muchas ocasiones por el mismo cónyuge. Las mujeres romanas estériles ofrecían el divorcio a sus esposos para que pudieran casarse con otras mujeres y tener hijos, llegando incluso a ofrecerse ellas mismas para elegir a las nuevas esposas.

En la actualidad todo esto puede parecer muy lejano, pero lo cierto es que algo de aquello permanece, tal vez de forma soterrada, más sutil, pero sigue estando en nuestra sociedad, se ha ido transmitiendo de padres a hijos, en el saber de nuestro cuerpo, en nuestra herencia genética….

Por ello, para las mujeres la capacidad de ser madres es importante incluso para aquellas que no tienen la intención de utilizarla nunca. La capacidad para concebir y parir puede influir enormemente en cómo nos sentimos con nosotras mismas en un plano muy profundo. Y no es para menos, porque para la sociedad, aunque sea tácitamente, y por tanto para nosotras, está en juego nuestra valía como mujer, nuestra identidad sexual.  De tal forma que cuando una mujer descubre que es incapaz de tener un hijo suele caer en una gran desesperación y lo siente como una injusticia.

Cuando una mujer vive esta situación sufre, pero si la gestiona bien puede salir reforzada:

Y es que es una oportunidad para conocerse a sí misma, para conocer que parte de su dolor es propio y que parte de los que le rodean, para aceptar su valía como mujer con independencia de la maternidad, para descubrir su capacidad de amarse a sí misma y a los demás, su capacidad creativa….Es una oportunidad para dejar atrás la mujer que otros quieren que sea y descubrir la maravillosa mujer que es.