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La historia de amor de la ministra africana y el ginecólogo de la jet española



Guillermina Mekuy (Evinayong, 1982), exministra de Cultura y Turismo de Guinea Ecuatorial con Teodoro Obiang, está a punto de dar a luz y ni por esas se baja de los tacones. “Ayer estuve tanto tiempo de pie que casi me desmayo. Pero la maternidad no está reñida con unos stilettos”, me dice entre risas mientras damos un paseo por su casa a las afueras de Madrid. Por frases polémicas como esa, y por su armario plagado de tailleurs de Christian Dior y Chanel, en su país la conocen como “la ministra Dior”.

“A las mujeres se les pone un cliché, a las africanas se les pone otro y a las negras, otro. Y resulta que yo soy mujer, africana y mestiza. A algunos les gustaría verme con el traje típico de mi país y un pañuelo en la cabeza. Pero me visto como soy”, apunta sin complejos.

Hija de un diplomático y una catequista guineanos, Mekuy nació en la antigua colonia española y, cuando su padre fue destinado a España, ella y su familia se instalaron en Madrid. Estudió en el colegio católico San Ramón y San Antonio, en el elitista barrio de El Viso, y se licenció en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de la capital. Con 17 años escribió su primera novela, El llanto de la perra (Plaza & Janés), en la que narra la historia de una joven de la alta sociedad africana en busca de su identidad e independencia.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, pero la escritora encontró su destino en el continente negro. En 2008, poco después de la publicación de su segunda novela, recibió una llamada del presidente Obiang ofreciéndole el cargo de directora general de Museos y Bibliotecas. Tenía solo 25 años y aceptó. “Mi padre era diplomático, mi tío había sido primer ministro. Crecí en un mundo de hombres y alta política —explica—. Me gustan los desafíos y quería ver cambios en mi patria, donde hay mucho por hacer”.

Guinea Ecuatorial, el único territorio de África donde se habla oficialmente español, es una potencia petrolera, pero se sitúa en el puesto 135 de 167 en el Índice en Desarrollo Humano que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Hay mucho por hacer.

Lo primero que hizo ella fue crear la Biblioteca Nacional de Malabo. Un año después, fue nombrada secretaria de Estado titular de Cultura y, en 2012, ministra de Cultura y Turismo. Su ascenso meteórico en la política no pasó inadvertido. Coincidió con la publicación en España de su tercera novela, Tres almas para un corazón (Planeta), una reflexión sobre la poligamia que impera en África, “donde el hombre puede tratar a la mujer como un objeto”.

Fue un libro polémico.
Lo fue. Respeto otras culturas, pero para mí la poligamia representa una anulación de la mujer como persona. Si estoy con un hombre, espero que sea mi compañero y vaya cogido de mi mano. Solo pido que no vaya de la mano de otra.

Con gestos como ese, la ministra no tardó en convertirse en la cara amable y aperturista de un régimen que, según declaró hace unos meses Federica Mogherini, alta representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, “debe reducir su aislamiento y mejorar la situación de los Derechos Humanos y las libertades políticas” (Obiang lleva casi cuatro décadas en el poder y el año pasado ganó las elecciones con el 99,2% de los votos).

Mekuy se centró en tender puentes con España. En 2016, por ejemplo, apoyó la iniciativa de la diplomacia española para organizar la primera semana LGTB de Malabo y abrió las puertas del país al cine made in Spain, lo cual facilitó el rodaje de Los últimos de Filipinas o la proyección de Palmeras en la nieve, cinta ambientada en la etapa colonial de Guinea.

Pero en el cénit de su carrera la ministra decidió dar un paso al lado. En junio de 2016, después de inaugurar el Parque Nacional de Malabo, su último gran proyecto en el ministerio, anunció a Obiang que quería hacer un alto en su carrera política para ser madre en solitario en España. “Pasaba por un momento de éxito y aplausos, pero llegaba a mi casa y sentía que necesitaba una familia —recuerda—.
Tenía que someterme a un tratamiento de reproducción asistida en Madrid que no hay en mi país. No había otra opción que dejar Guinea”.

¿Qué le dijo su jefe?
Le pareció muy bien. Además, yo ya lo tenía decidido. Me otorgaron una excedencia de siete meses, pero seguí trabajando mientras hacía los tratamientos para quedar embarazada en España.

El proceso no resultó fácil. Tras varios intentos infructuosos, los médicos le recomendaron que redujera la actividad laboral y se concentrara en el embarazo. Viendo la situación, y siguiendo la indicación de sus doctores, lo comunicó a su Gobierno. En febrero de este año se hizo oficial su cese. Su salida de la política fue turbulenta. La disidencia guineana la acusó en las redes sociales de “huir” del país tras supuestas irregularidades y corrupción en su gestión. 

“Ni he huido ni me pueden relacionar con ningún delito, porque siempre he actuado con honestidad. Fue una campaña de desprestigio… No echaría por la borda mi carrera por una tontería. Lo que más me dolió fue que me atacaran por ser mujer, joven y cercana al Gobierno. Recurrieron a un argumentario machista y me utilizaron para hacer daño a otras personas”.

¿Ha tomado medidas al respecto?
Quienes me acosaron viven en España. He presentado una demanda contra ellos y ha sido admitida a trámite por un juzgado de lo civil de Madrid.

También compareció en la televisión guineana. Para entonces ya estaba embarazada de varios meses. “Dudo de que estando fuera del país y de baja pudiera sacar dinero público cuandoya no estaba autorizada para ello —declaró en televisión—. Cuando tenga a mi bebé, volveré a Guinea… Aquellos que dicen que no regresaré se equivocan”.

¿Y volverá a la política?
Me he apartado de ella, pero no la he abandonado. Eso se lleva en la sangre. A veces me desespero porque los teléfonos no suenan como antes. No me reconozco (risas). Pero tengo varias ofertas interesantes.

Por el momento, ha cambiado los viajes oficiales por las visitas rutinarias al médico y los despachos ministeriales por la habitación de su futuro hijo. “Será un varón. Ya le he comprado una maletita, porque en cuanto nazca volveré a viajar. Tengo muchos proyectos para los dos”, adelanta mientras se toca la barriga.

En realidad, ya son más de dos. En el proceso para ser madre, Mekuy se enamoró de su actual pareja, el ginecólogo español Ignacio Palomo, pionero en reproducción asistida y médico de cabecera de algunas de las mujeres más famosas de España (la baronesa Thyssen, por ejemplo, recurrió a él para confirmar la paternidad de su primer nieto). Este año, el doctor recibió el premio a la Excelencia en Ginecología y Reproducción Asistida de manos de la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat.

¿Cómo lo conoció?
Teníamos varios amigos en común en Madrid y el destino quiso que tiempo después nos volviéramos a encontrar. Cuando eres una mujer como yo, no es fácil encontrar un hombre. Ignacio es una persona con éxito y no se siente amenazado por mí. Compartimos, no competimos.

Son pareja dentro y fuera de casa. Ella lo está ayudando a lanzar sus clínicas especializadas en ginecología y reproducción asistida en el continente africano. “Me costó tanto ser madre que entiendo lo que sufren otras mujeres. Los tratamientos de reproducción son costosos. La gente se hipoteca y pide créditos para pagarlos. Imagínese en África, donde, además, la sociedad te descarta y repudia si no puedes tener hijos. Por eso hemos desarrollado unos tratamientos a la medida de mi continente, con costes más bajos”, explica.

A finales de septiembre también presentaron la Fundación Doctor Palomo, que desplazará equipos médicos a África para realizar campañas de prevención de enfermedades de transmisión sexual y financiará operaciones de miomas uterinos, cánceres de útero y mama y tratamientos de reproducción entre la población más desfavorecida.

En la presentación, a la que acudieron Alberto Aza, exjefe de la Casa del Rey; Pablo Casado, vicesecretario general de Comunicación del Partido Popular; el periodista Luis María Anson y numerosos empresarios, Palomo declaró que su pareja era la persona que alumbraba su vida. “Ignacio lleva años realizando proyectos humanitarios en América del Sur y sentía que era el turno de mi tierra. Es su sueño y quiero acompañarlo”, dice la exministra, que también ha aprovechado los meses de embarazo para empezar a escribir su próximo libro.

¿De qué trata?
Será un recopilatorio de testimonios de madres como yo. Quiero que mi hijo sepa por todo lo que he tenido que pasar para poder tenerlo. Solo así se combaten los prejuicios. Seré madre gracias a la reproducción asistida. ¿Y? Hay que acabar con los tabúes y prejuicios.