Mi historia

Es la primera vez que escribo aquí, aunque como muchas, les he leído en diversas ocasiones en busca de respuestas y para no sentirme tan sola.
Llevo casi 7 años de casada y de estos, 4 los dediqué a la búsqueda de  :icon_game1:
Viví lo mismo que la mayor parte de ustedes: dolorosas confrontaciones, costosos y molestos estudios, tratamientos con múltiples efectos secundarios, hasta finalmente toparme con la pregunta: ¿Cuál es mi límite? ¿Hasta dónde estoy dispuesta a llegar? ¿Cuánto más de mi matrimonio y mi integridad física y emocional voy a dedicar a ésta búsqueda?¿Cuántos días más voy a llorar?¿Cuántas veces más voy a dejar nacer de nuevo la ilusión? ¿Cuántas otras veces voy a aterrarme al sentir los cólicos que me anuncian otro tratamiento fallido?. Finalmente decidimos mi esposo y yo que todo el amor que nos inundaba debíamos entregarlo ¡ya! a ese bebé que ocupara la cuna vacía que siempre estuvo presente en nuestra casa. Optamos por la adopción. Ya comenzábamos a dar la noticia a familiares y amigos. Tan ilusionada y nerviosa estaba con todo esto, que no me percaté de lo largo de mi retraso, y como todas ustedes entenderán, a fin de cuentas, si el médico me había “deshauciado” (hablando de infertilidad) que más daba un día más o un día menos de retraso. Con mi larga experiencia en el asunto pensaba tomarme el medicamento de siempre para inducir el sangrado, pero mi esposo no me lo permitió. Me dijo que había soñado a un ángel que le dijo que estaba yo embarazada y que estaba esperando una niña. Ya imaginarán mi sarcástica carcajada. Sería, según yo demasiada ironía de la vida. Tristemente me dí cuenta de que había perdido la fé. Finalmente ante la insistencia de mi esposo me hice la prueba, “por no dejar”. Compré la más económica de la farmacia, puse la tira al revés, en fin, no podía ser mayor mi indiferencia. Y oh! sorpresa. Resultado positivo. Imaginarán lo que siguió: llanto, gritos de felicidad de familiares y amigos.
Finalmente lo que quiero decirles es que mi embarazo tuvo muchas complicaciones y requirió de un reposo total hasta el penúltimo mes.
Pero estaba decidida a disfrutarlo cada día, con cada uno de sus detalles, cada náusea, vómito, antojo, kilo extra, sustos por amenazas de aborto y parto prematuro, todo, todo absolutamente. Y en cada uno de ellos pensé en todas ustedes, las mujeres que habían vivido o seguían viviendo lo mismo que yo. Y a su salud queridas amigas llevo hoy en mis brazos a una hermosa niña que no podía llamarse de otra forma que María José.