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«Hay mucha infertilidad y desinformación: pregunte a un hombre a qué velocidad van sus espermatozoides»



«Estamos ante la generación más preparada de la historia y la que menos sabe de fertilidad. Todavía me sorprende ver el desconocimiento que tiene la gente que quiere quedarse embarazada de las cosas más básicas. Pregunte por ejemplo a cualquier hombre si sabe a qué velocidad van sus espermatozoides», anima doctora Marisa López-Teijón, directora del Institut Marqués, un centro de referencia en Reproducción Asistida, Ginecología y Obstetricia con sede en varios países del mundo. Sorprendida por la desinformación de los jóvenes de hoy esta mujer, autora del libro «Quiero quedarme embarazada ya» (editorial Amat), revisa y actualiza en esta obra recientemente publicada todos los conceptos básicos que toda pareja que quiera quedarse embarazada debe saber. Aquí nos ofrece algunas claves:

—El embarazo que no llega es más habitual de lo que parece. ¿Cuál diría usted que es la principal causa de la infertilidad en nuestro país?

—Sin duda alguna, el retraso de la edad a la hora de querer tener hijos. Es un hecho: la tendencia actual de las mujeres de las sociedades con un nivel socio-cultural y económico más avanzado es posponer la edad de convertirse en madre. La edad biológica más adecuada para tener hijos es de los 20 a los 30 años y hoy en día los estamos teniendo de los 30 a los 40 y pico. Esto se traduce en que, cuando el bebé no llega, la primera visita a los centros de referencia se realiza cuando la mujer tiene cuarenta y un años y medio. También las chicas que se ponen en contacto con nosotros para la vitrificación de óvulos tienen aproximadamente esa edad. En los centros de esterilidad la media de consulta baja un poco, a los 37. Lo ideal es vitrificar los óvulos entre los 30 y los 36 años porque no es lo mismo tener guardados tus 35 años que tus 40…

—¿Por qué dilatamos una decisión tan importante como esta cada vez más?

—Queremos que se cumpla todo lo que nos hace ilusión para tener una maternidad responsable. Una pareja estable, un trabajo, una casa… Pero una estabilidad económica y de pareja es difícil conseguirla pronto. En algunos casos esto hace que tengamos que acabar renunciando a la pareja o a la genética propia y acudir a la donación de óvulos. Es verdad que hay que tener los hijos cuando uno quiera, pero sabiendo cuáles son las consecuencias del retraso de la edad al tenerlos.

—Usted también insiste mucho en su libro en la falta de información como causa de que no haya embarazo.

—En efecto. Mucha culpa de la infertilidad la tiene la falta de información. Además, las parejas tienen menos relaciones sexuales, y pierden el tiempo comprando kits de ovulación que no hacen ninguna falta. Para saber qué día es la ovulación, es suficiente con fijarse con la duración habitual del ciclo. Sabemos que desde la ovulación hasta la regla siguiente pasan 14 días. Es decir, que si los ciclos son de 28 días, lo más probable es que la ovulación se produzca el día 14 del ciclo. Pero lo que hacen es perder el tiempo, que les genera más infertilidad, y ganar en ansiedad.

—¿Qué es lo primero que debe hacer una pareja que quiere tener un hijo, y que no suele hacer?

—Lo primero, como digo, pero muchísimo antes de empezar a ver si el embarazo se retrasa, es saber cuál es el índice de fertilidad de ambos. Es decir, cuáles las probabilidades de embarazo de la pareja cada mes. Las posibilidades que tienen los dos, insisto. Y el grado de fertilidad es como el grado de simpatía. Todo el mundo tiene uno.

—¿Cuáles son las pruebas que han de hacerse, tanto él como ella?

—En el caso de la mujer, se tendrá que hacer una revisión y un análisis ginecológico para saber cuál es su edad ovárica. Tiene que saber esto para poder ver cuáles son sus posibilidades de embarazo y en función de eso decidir qué quiere hacer. En el caso del hombre, tiene que hacerse pruebas como si fuera ella. Habrá de ver con un seminograma cuál es la calidad de su semen y a qué velocidad van sus espermatozoides, si a dos o tres milímetros por minuto, o si no se mueve nada ahí dentro. Porque el día que quieran tener un hijo, tendrán que saber eso. Es verdad que las cosas han cambiado mucho pero suele ocurrir por lo general que primero empieza ella con todo este trajín. Se hace sus revisiones, se hace la ecografía que le toca, se toma puntualmente el ácido fólico, coge el calendario…

—Llegados a este punto… ¿qué otros consejos básicos le daría a una pareja que quiera ir a por el bebé sin más dilación?

—Que no descuiden tampoco la relación de pareja. La calidad del semen aumenta con las eyaculaciones. Y que si el bebé no llega y deciden ir a buscar ayuda, que no entren en internet y busquen soluciones tipo «baños de lodo» o «aceite de no sé qué», «hierbas medicinales» o «acupuntura»… Es muy triste que sean parejas súper profesionales e informadas, gente con buenos trabajos que cuando van de viaje por el mundo se estudian al dedillo las guías turísticas y, sin embargo, cuando llega el viaje más bonito de sus vidas, no lo pueden disfrutar por falta de información.

«Los embriones oyen y responden mucho a los villancicos y a la música popular china»

En su afán por investigar todo lo relativo a la fertilidad, Marisa López-Teijón, autora del libro ¡Quiero quedarme embarazada ya! (Amat editorial), ha transformado su laboratorio en el Institut Marqués en «un útero gigante, donde tiene que hacerse todo igual. Está en penumbra, tiene la misma temperatura…». Esta doctora asegura que para imitar este órgano «es necesario el movimiento, de la misma forma que los óvulos y los embriones se trasladan por las trompas y se mueven en el útero». «Así que nosotros les ponemos vibración a los embriones para conseguir que el reparto de nutrientes sea más eficaz y aleje los productos tóxicos que genera el propio embrión», asegura.

Investigadora incansable, López-Teijón asegura haber descubierto la existencia de la audición embrionaria, y por haber inventado el babyPod, el dispositivo vaginal que permite que los fetos, desde el útero materno, oigan los sonidos del exterior. «Se creía que el feto oía mucho más tarde, pero no es así. Sabemos que los embriones no son sordos por la melodía, no por la vibración. Hemos descubierto a qué nivel se activan los circuitos cerebrales», afirma. Esta es la razón por la que ella y su equipo han puesto en marcha un programa de investigación sobre la música en el inicio de la vida. «Hay muchos expertos que colaboran con nosotros por amor al arte», revela. «Cada feto oye de manera distinta y tenemos que saber el por qué. Curiosamente, responden mucho a los villancicos y a la música popular china», asegura divertida.

Su amor por la profesión se nota en la pasión que pone en todas sus respuestas, y termina con un compromiso personal: «por lo que a mi respecta, hasta que no consiga que todos los ciclos acaben con un bebé en casa estaré enfadada/indignada. Todavía tenemos que hacer muchísimo».