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Un superpadre reusense en Australia



Christian y su marido, Juan Luis, tienen dos hijos fruto de la gestación subrogada. De sus donaciones de esperma han nacido ocho niños

Imagen eliminada.

«El amor hace la familia, no la genética». Es el lema vital de Christian y Juan Luis, una pareja gay, padres de Anxo, de dos años y medio, y de Atlas, de diez meses. Ambos niños son fruto de una gestación subrogada. Anxo nació en México y Atlas en Australia. 

Christian Ruiz, de 36 años, se define «de Reus de toda la vida». A través de una aplicación de contactos conoció a Juan Luis Fernández, de 39, valenciano, pero residente en Barcelona. Quedaron un día y «fue amor a primera vista», recuerda Christian. Al cabo de un par de meses, Juan Luis se fue a vivir a Reus. Era 2011.

Ya antes de vivir con Christian, Juan Luis soñaba con ser padre. Se informó y comprobó con desazón que si para una pareja heterosexual ya es muy complicado adoptar, para una pareja gay o un hombre solo es casi imposible. Es más, en muchos países la adopción por homosexuales está expresamente prohibida. «Además está la incertidumbre. Puedes pasar años esperando y que al final te digan ‘no’», lamenta.

En 2013, la empresa donde trabaja Juan Luis, una biotecnológica alemana, le ofreció trabajar en la sucursal de Australia. Iban a ser dos largo años, pero era de esas ofertas que no se pueden desaprovechar. La pareja lo pensó detenidamente y decidieron que Christian se quedaría en Reus. 

En el verano de 2013, Christian viajó a Australia y se enamoró del país, de su «naturaleza salvaje, bella, preservada», pero tenía que volver, entre otras cosas porque se casaba su mejor amiga. Estaba feliz, claro, pero al tiempo triste por la ausencia de Juan Luis.

El día antes de la boda, como si de una escena de una película romántica o de un programa de cámara oculta se tratase, Christian se llevó la sorpresa de su vida: «Estaba en una cafetería cuando alguien me tapó los ojos. No me podía creer lo que vi al girarme. “Juan Luis había venido desde Australia a pasar el fin de semana para asistir conmigo a la boda. ¡Y para pedirme la mano”! Allí, en aquel momento, tal cual. Fue un momento increíble».

Tras la boda, Juan Luis regresó a Australia y volvió a Reus de nuevo por Navidad. Christian le dejó en el aeropuerto. La cabeza le daba vueltas. Ya habían estado nueve meses separados. Era el amor de su vida. Quería compartirlo todo con él. Incluso la paternidad. No podía estar más tiempo sin Juan Luis. Dejó su trabajo y se fue a vivir a Australia.

Meses después se decidieron a ser padres mediante gestación subrogada. Descartaron la adopción por las dificultades burocráticas. La primera opción fue la propia Australia, donde la gestación subrogada está permitida. Incluso, dice Christian, «es una práctica muy interiorizada. No hay oposición social. Es un proceso positivo y transparente que las partes viven de forma constructiva». «No hay debate», interviene Juan Luis. «Hay madres que han gestado para sus hijas y hermanas para sus hermanas», asegura.

Christian rememora sin embargo que «una breve búsqueda por Google nos hizo pensar que era un proyecto (el de Australia) con pocas probabilidades, ya que primero había que encontrar a una gestante que quisiera ayudarte  de forma 100% voluntaria y altruista a formar tu familia. Por esas fechas empezamos a investigar opciones internacionales y México parecía buen destino».

Sigue Christian: «Contactamos con una agencia-clínica mexicana. Nos aseguraron que el proceso era legal y transparente y que las subrogadas eran chicas que accedían proactivamente al proceso y que habían superado estudios socioeconómicos que determinaban que no tuvieran necesidad económica, que lo hacían por ayudar». 

Heidi fue la gestante de Anxo. Juan Luis donó el esperma.

A comienzos de 2015, Christian y Juan Luis se trasladaron a México. Allí conocieron a Heidi, que iba a gestar al hijo de la pareja, y a Stacey, la donante de óvulos. Tras varios intentos, Heidi se quedó embarazada con el esperma de Juan Luis.

El 10 de octubre de 2015, Christian y Juan Luis se casaron en Cambrils. El día de su boda anunciaron también que iban a tener un hijo. «Ser padres es y será lo mejor que nos ha pasado nunca. Abrazar a mi hijo por primera vez fue algo que no se puede explicar, algo superior, abrumador. El amor incondicional que sientes por tu hijo está por encima de todas las cosas», desvela Christian. Decidieron llamar Anxo al niño.

A los pocos meses de volver a Australia con Anxo, quisieron ser padres de nuevo, esta vez en Australia. Se sumergieron en Internet y descubrieron «una comunidad inmensa de gestación subrogada». Explicaron su historia y colgaron su foto. No tenían prisa porque «el proceso mexicano nos había dejado tocados emocionalmente y sobre todo económicamente». Pero a los tres días conocieron vía chat a una joven, Cass.

Christian y Juan Luis, en Sidney, con sus hijos.

Quedaron con ella. Hubo feeling y «pocos días más tarde Cass nos envió un vídeo hecho con sus hijos en el cual ellos nos preguntaban si queríamos que su mamá nos ayudara a tener a nuestro segundo hijo. Fue precioso. Obviamente dijimos que sí. Estábamos en una nube», relata Christian.

La pareja intentó contar con Stacey, la misma donante de óvulos, pero no fue posible «por temas de visados». Recurrieron a una amiga, Amber, como donante. Antes tuvieron que superar una serie de trámites.

«Las partes (los padres de intención, la donante y la gestante) reciben un asesoramiento independiente de abogados especializados en gestación subrogada», explica Juan Luis. «Te avisan de los riesgos y de los derechos y obligaciones. También pasas pruebas psicológicas donde te ponen al límite. Valorar si las cuatro personas piensan lo mismo, si reaccionan como un equipo. Si superas todo esto, las autoridades dan luz verde a la gestación subrogada», precisa Juan Luis. 

Juan Luis y Christian se casaron en Cambrils.

Pese a todos esos controles, ¿no tienen miedo a que la gestante cree un vínculo con el niño, se eche atrás y quiera quedárselo? «En absoluto. No podrían hacerlo legalmente, pero tampoco se lo plantearían. Además las cuatro (Heidi, Stacey, Cass y Amber) forman parte de nuestra familia», comenta Christian.

¿Negocio? ¿Explotación de la necesidad económica de la madre biológica? ¿De verdad es posible que una mujer se avenga a pasar nueve meses de embarazo por puro altruismo? «En España igual no se concibe, pero sí, en Australia funciona así, aunque suene increíble. A veces se habla en nombre de otros sin saber. Hay ciertos colectivos que hacen mucho ruido y sólo hablan de la parte negativa, pero la parte positiva es mucho mayor», responde Christian.

«En absoluto cosificamos a la mujer. Ellas (las gestantes) están orgullosas de lo que hacen. No entienden la polémica. Creen que se les falta al respeto. Nadie les dice que se está aprovechando de ellas. Al contrario. Se las admira», afirma Juan Luis.
Cass se quedó embarazada enseguida del esperma de Christian. También fue niño: Atlas. Nada más nacer, Christian pudo sostenerle en brazos. «Desde entonces cada vez que vemos a ‘tita Cass’, que es muy a menudo, no puedo parar de darle las gracias. Ella dice que lo haría una y mil veces por nosotros», dice Christian.

Christian, con dos de los ocho niños nacidos gracias a las donaciones de esperma de él y de su marido.

«A raíz de recibir tanta ayuda para traer al mundo a nuestros hijos», Juan Luis y Christian decidieron convertirse en donantes de esperma. Han «ayudado», como lo define Christian, a diez familias, nueve parejas de lesbianas con semen y a una pareja heterosexual con los embriones ya formados a partir del esperma de Christian y los óvulos de Amber y que sirvieron para que naciese Atlas. El tope legal de donaciones por persona en Australia es diez.

De esas donaciones han nacido ya ocho niños y dos están en camino. Muchos se conocen. Comparten cumpleaños y fiestas. La ley australiana establece que el niño o niña tiene derecho a conocer su origen. Los datos de los donantes se insertan en una base de datos, que puede ser consultada por la persona si lo desea.

Christian y Juan Luis creen que hay un vínculo especial, pero no se consideran padres de esos ocho niños. «Haber aportado tanta dicha a sus padres, ayudar a hacer sus sueños realidad nos colma de satisfacción y amor», concluyen.