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No es la sangre sino el corazón lo que nos hace familia



Sabemos que en nuestro espacio de “Eres Mamá” hablamos a menudo del amor por esos bebés a los que una madre da a luz, a esas criaturas que durante 9 meses crecen en nuestro interior y que son el resultado de nuestra unión con otra persona. Ahora bien, en los últimos años las adopciones siguen creciendo de forma muy positiva. Es una realidad maravillosa a la que hay que dar voz, porque en ella se entremezclan muchas realidades, muchas sensaciones y algunos retos.

A un niño adoptado se le quiere tanto como a uno propio. En muchos casos, son niños muy esperados y muy deseados que llegan a nuestros brazos tras largos trámites. Lo que debe afrontar una pareja o una persona para formalizar y conseguir la adopción es algo de lo que no siempre se habla.

A menudo hay decepciones, muy duras y muy profundas. Son muchos los casos en que se crea la ilusión por un niño en concreto de un país determinado para que al poco tiempo, los trámites se suspendan. Hay zonas en las que de pronto cierran sus fronteras a la adopción trayendo la decepción y la tristeza a futuros papás y futuras mamás que ya tenían sus ilusiones creadas.

Es una situación muy complicada, no obstante, en la mayor parte de los casos todo acaba saliendo bien. Con un miembro nuevo en casa, con esa persona especial que viene desde muy lejos para quedarse cerca, muy cerca de nuestro corazón. Te proponemos reflexionar sobre este tema tan hermoso.

A pesar de la distancia, del color de tu piel y de tu origen somos familia

Sabemos que la palabra “familia” es algo sagrado. En muchos países y en muchas culturas la familia es toda una institución. Sin embargo, vale la pena tener en cuenta que cuando el vínculo establecido es dañino y trae más sufrimiento que felicidad, no podremos considerar “familia” a esa persona en concreto.

Aún más, algo que todos sabemos es que hay amigos a los cuales, también los consideramos como parte de nuestro “clan”, de esa tribu familiar donde solo entran quienes forman parte de nuestro corazón por su autenticidad, por su cariño y grandeza.

Así pues, no es obligatorio llevar a un niño en nuestro vientre para quererlo como propio. El amor no sabe de genes o de grupos sanguíneos. El cariño más pleno se crea y se demuestra cada día, y más en estos niños tan deseados y anhelados.

El paso más importante de nuestras vidas

Adoptar es sin duda uno de los pasos más relevantes que podemos hacer. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Cádiz y publicado en la revista “Psicothema“, el 92% de las familias así lo perciben: como una decisión acertada, maravillosa y valiosa en sus vidas.

El 78% de las personas encuestadas señalaron que nunca habían sido tan felices desde que ese niño o esa niña llegó a sus vidas.

El 92% afirma que les ha hecho crecer como personas y que las repercusiones que ha traído la adopción a su día a día es muy positivo.

Los casos en que las familias vieron la adopción como algo complicado es cuando los niños que llevan casa son ya mayores. La adaptación es a veces complicada y requiere sin duda trabajar muchos más aspectos para los cuales, a veces, no se está siempre preparado.

A su vez, otro dato a tener en cuenta es que un buen porcentaje de los niños que se adoptan tienen algún tipo de problema de salud o psicológico. Son niños con mayor riesgo de exclusión y de debilidad social en sus países de orígen, de ahí que en muchos casos se priorice este tipo de adopciones.

No obstante, el que sea un reto no quiere decir que los padres no sientan el mismo amor por ellos. Es un desafío cotidiano con mayor complejidad pero igual de satisfactorio, igual de importante y valioso.

De hecho, son muchas las familias que desean dar acogida a niños con retrasos madurativos o con determinadas enfermedades para poder así, ofrecerles la oportunidad que merecen y el amor que necesitan.

No me hizo falta que crecieras en mi interior para quererte

La decisión de adoptar a un niño no se debe solo a la infertilidad. En muchos casos, hay parejas o incluso personas sin cónyuge que quieren dar el paso porque así lo sienten.

Porque en su corazón cabe alguien más sin importar que no sea de su sangre o que no haya crecido en su vientre. Los seres humanos tenemos una capacidad maravillosa a la hora de ofrecer amor. Ese vínculo, esa fortaleza basada en el apego, en la necesidad de atender y cuidar, es lo que hará que estos niños tengan la oportunidad que merecen.

Son muchas las criaturas que llegan a brazos de sus mamás adoptivas con bajo peso o sin que apenas lloren. Recordemos que el lloro, es un instinto natural del bebé que sabe que va a ser atendido, que va a recibir abrazos, caricias… Porque no solo el alimento satisface a un niño.

Sin embargo, el hecho de pasar los primeros meses de vida en un orfanato hace que en ocasiones, y en los casos más extremos, haya niños que ya no lloren porque se han dado cuenta de que ese apego tan íntimo y cercano no se va conseguir.

Tener a una madre, a un padre e incluso a unos hermanos hará que esos niños recuperen ese instinto, y vuelvan a ser lo que merecen: criaturas dignas de recibir afecto y felicidad.