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Casados de urgencia para poder ser padres



P. CERDÀ No podían tener hijos y recurrieron a un centro de valencia y al Instituto Bernabeu. Pero la edad de la madre, que ya superaba los 40, comportaba asumir algunos riesgos para la salud del niño. «Nos sentamos, lo pensamos y decidimos adoptar. Porque no queremos tener un hijo para que tenga el color de nuestros ojos, sino que consideramos que padre es quien educa y cría a una persona», cuenta Jerónimo.

Con esta filosofía, Jerónimo y María José se encaminaron el otoño pasado a una reunión informativa sobre la adopción. Y ahí es cuando vieron la espantada de decenas de personas a medida que avanzaba la charla. «Mucha gente va con la idea de que en tres meses van a darte un crío pequeño. Y cuando te empiezan a contar la cruda realidad, tanto de tiempo como de dinero, es cuando viene el susto», resume Jerónimo.
A ellos no los derribó el «susto». Cumplimentaron el temido papeleo y pasaron el curso para obtener el certificado de idoneidad como pareja adoptante. «Ahí te lo revisan todo: te evalúan a ti, a tu pareja, a tu entorno familiar, tu situación económica?», dice.

Jerónimo y María José, que ya llevaban casi cuatro años viviendo juntos sin papeles de por medio, tuvieron que casarse, porque Rusia no permite adoptar a parejas de hecho (ni a familias monoparentales ni homosexuales). Así pues, organizaron la boda a toda prisa y en enero se unieron en matrimonio civil. Un esfuerzo más para cumplir «la ilusión» de ser padres.

Mientras esperan la llegada de su hijo, que vendrá con una enfermedad recuperable al 100 %, Jerónimo y María José llenan la casa con su perro Yoyo, un cruce de pastor alemán, pastor belga y mastín que alcanza los 50 kilos de peso. Lo adoptaron después de que el animal fuera abandonado a las puertas de la iglesia de Altea. Casi igual de abandonado se encuentra su futuro hijo, de quien no saben nada, en un remoto orfanato ruso. Se entiende así la reflexión final de Jerónimo: «No es que nosotros necesitemos un crío, sino que el crío necesita una familia». Palabra de padre.