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En Bizkaia las solicitudes de adopción internacional han descendido de 333 a 55 en los últimos siete años



BILBAO

HACE unos años, dice Maite Sáenz, una madre con conocimiento de causa, parecía que la adopción internacional era una opción para tener hijos relativamente fácil. “Las informaciones que muchas veces llegaban no se ajustaban a la realidad. Ser padre es difícil y ser padre adoptivo tiene un plus añadido a la hora de educar por las vivencias que estos niños arrastran”. La certeza, de la que se hace eco la secretaria de la Asociación de familias adoptivas de Bizkaia Ume Alaia, parece haberse extendido gracias al boca a boca y los cursos de formación que realizan los posibles solicitantes. “Antes ibas más desorientado. Ahora tienes una información fidedigna que te permite decidir con más criterio. Igual si estás en duda, dices: Yo no me voy a meter aquí para estar al de unos años haciendo vivir a mi hijo una situación que yo no puedo sobrellevar”, explica Maite Sáenz. Además, añade, “¿quién no conoce hoy día a algunos padres adoptivos? Eso también te hace plantearte que con amor y solo con decir qué bonito va a ser todo, pues no lo va a ser”.

La realidad, plagada a veces de dificultades, ha venido a redimensionar en su justa medida el baby boom adoptivo de años atrás. En Bizkaia las solicitudes de adopción internacional han descendido de 333 a 55 en los últimos siete años y el número de menores finalmente adoptados ha bajado de 165 a 46. “No sé si se podría decir que fue algo ligado a una moda, pero sí hubo un boom que no correspondía a la realidad adoptiva, ni de las necesidades de los menores, ni de las familias. Algunas de ellas no lo hacían con tanta consciencia como se hace hoy en día”, rubrica la jefatura del Servicio de Infancia de la Diputación Foral de Bizkaia. De hecho, la propia Unicef constató en su día que había muchas más solicitudes que menores en situación de ser adoptados. “Hay niños pobres en orfanatos, pero tienen familia. En muchos países se utiliza el orfanato como una manera de que los hijos coman todos los días y estudien, pero no es que no tengan padre y madre”, aclara.

En los cursos de formación, previos a la solicitud, que se imparten desde 2008, los asistentes toman conciencia de lo que implica la adopción y las complicaciones que puede entrañar. “Se abordan los problemas de vínculo que pueden tener los menores, el rechazo que pueden sufrir por el hecho de ser adoptados o cómo afrontar la adolescencia. También se trata el respeto a su historia de vida. Estos niños tienen unos progenitores anteriores, eso va a tener una presencia en su vida y hay que aceptarlo”, explica la jefatura del Servicio de Infancia. Toda esa información, añade, hace que más de uno se eche para atrás. “Muchas personas consideran que tienen dificultades para afrontar los problemas que se plantean o creen que no lo van a poder hacer como ellos pensaban inicialmente”.

La relación de los niños con sus padres adoptivos, corrobora Maite Sáenz, no siempre es fácil. “A muchos les cuesta crear ese vínculo, no se fían de que esas personas les vayan a cuidar y a tratar bien porque las experiencias anteriores han sido traumáticas en ese sentido. Entonces manifiestan una serie de conductas que pueden ser desajustadas o desmesuradas y que a veces cuesta entender”, reconoce.

MÁS GARANTÍAS, MENOS NIÑOS Los países de origen de los menores han potenciado en los últimos años la adopción nacional y han establecido mecanismos para garantizar que los niños son adoptables y “que luego no te va a llamar su papá de Etiopía”. Estos procedimientos hacen que haya menos menores para ser adoptados y que los plazos se alarguen, lo que también ha contribuido al descenso de solicitudes. “Hace tres años en China los procesos duraban dos años aproximadamente. Ahora estamos hablando de seis años, con todos los costes que eso supone, porque cada tres años hay que renovar todos los papeles de idoneidad y traducirlos y eso repercute”, ponen como ejemplo desde la institución foral.

No se puede comprobar a ciencia cierta, pero la mala coyuntura económica también puede haber puesto su granito de arena en la disminución de solicitudes. “Puede haber gente que no se haya acercado o no haya llegado a abrir un expediente por el tema de la crisis. El año pasado sí se aplazó alguno por este motivo, pero son mínimos”, señalan en el Servicio de Infancia. Las razones por las que un expediente de adopción no llega a su fin son muy variadas. “A veces el tiempo de espera hace que las familias ya no se encuentren con ganas de seguir con el proceso, puede que en el transcurso haya separaciones, fallecimientos, enfermedades o que hayan venido hijos”, enumeran.

Consciente de los problemas a los que deben hacer frente tanto los padres adoptivos como sus hijos, la Diputación inició en septiembre de 2009 un programa de apoyo a la adopción, con un promedio anual de 78 casos de atención familiar e individual. “Las problemáticas vienen derivadas de la necesidad de los menores de conocer su historia de vida y los motivos por los que se encuentran en adopción. También tienen dificultades para expresar y manejar emociones dolorosas de procesos relacionados con la adopción”, indican las citadas fuentes. A los padres, por su parte, les cuesta “comprender el significado de las conductas de sus hijos, lo que dificulta que puedan dar una respuesta adecuada a sus necesidades”.

En ocasiones y de forma excepcional los padres son incapaces de encauzar la situación y dejan a sus hijos en manos de las instituciones. “Hay gente que tiene problemas con sus hijos, adoptados y no adoptados, y la entidad de protección tiene que intervenir para asumir la tutela si se encuentran en una situación de desprotección o cuando los padres se ven rebasados por la situación y solicitan una guarda”, admiten en el Servicio de Infancia. No obstante, precisan, “los niños que tienen problemas son entre un 10 y un 20%. El resto son adopciones que pueden tener más o menos problemas, pero son salvables y van hacia adelante. La adopción sigue siendo una buena medida de protección a la infancia”, subrayan.

En la adolescencia, dice la secretaria de la Asociación de familias adoptivas de Bizkaia, se plantean situaciones muy difíciles, por lo que “se necesita más apoyo por parte de todas las instituciones y más medios terapéuticos”. Además de “las situaciones de racismo y discriminación” que sufren en el entorno escolar, los chavales deben afrontar sus problemas de identidad. “Piensan si tendrán hermanos, por qué les han abandonado… Si, por ejemplo, son de origen colombiano, se juntan con inmigrantes de Sudamérica, pero tampoco son como ellos porque su cultura es de aquí”.

La falta de sensibilidad de la sociedad también hace mucho daño, según el Servicio de Infancia. “Hace poco una madre decía: Esto es una vergüenza. Voy con mi niño por la calle y, como tiene rasgos diferentes, hay gente que se atreve a preguntarme: ¿Cuánto te ha costado?”.