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Louse Brown el primer bebé probeta cuando tenía tres años.



Cuando Louise Brown, la primera niña nacida por fecundación in vitro, vino al mundo en julio de 1978, sus padres, a sugerencia de su ginecólogo, negociaron la venta de sus primeras fotografías con el periódico Daily Mail. Al resto de los rotativos ingleses se les permitió comprar la fotografía en segunda instancia pero hubo un curioso acuerdo comercial: si la niña fallecía en la primera semana de vida, se les haría un descuento del 40%. Eso no sucedió y Louise Brown es hoy una mujer sana que ha sido incluso madre por concepción natural, pero refleja a la perfección los temores que rodeaban a la seguridad de estas técnicas en sus inicios, que tardaron años en esfumarse.

Una revisión publicada en Human Reproduction refleja en datos con la muestra más amplia nunca analizada cómo ha mejorado la salud de los niños venidos al mundo a través de técnicas de reproducción asistida. No es solo que esta sea buena, sino que entre 1988 y 2007, un periodo de casi 20 años, ha ido mejorando consecutivamente.

El director médico de IVI Madrid, Antonio Requena, se congratula de la publicación de este trabajo positivo ya que son muchas las ocasiones en que revisiones de este tipo sacan a la luz una mayor incidencia de ciertas patologías en los niños nacidos por técnicas de reproducción asistida. «En este caso se transmite un mensaje de tranquilidad y se constata, además, que las cosas en los últimos años van mejor», afirma Requena.

No es una sorpresa que la revisión publicada se haya hecho en los países nórdicos, líderes en registros de todos tipo de procedimientos médicos incluida los de reproducción asistida. Esta capacidad de registro da especial robustez a sus datos, que incluyen a 92.000 niños nacidos en Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia entre 1988 y 2007.

De ellos, 62.379 eran nacimientos únicos y 29.758 gemelares. Los investigadores dirigidos por Anna-Karina Aaris Henningsen, de la University of Copenhagen les compararon con 362.000 bebés de nacimientos únicos fruto de concepción espontánea y 122.763 gemelos que tampoco habían nacido por técnicas de reproducción asistida.

Los factores en los que se basaron para analizar la salud de los recién nacidos fueron, sobre todo, dos: la proporción de niños venidos al mundo de forma prematura y la tasa de niños nacidos muertos o que fallecían en el primer año de vida. Ambos parámetros se redujeron considerablemente en las dos décadas que comprende el estudio. En concreto, la tasa de niños nacidos prematuramente se redujo del 27,9% en el periodo entre 1988 y 1992 al 12,8% entre 2003 y 2007 en Suecia, con disminuciones similares en el resto de los países nórdicos. También cayó a la mitad (del 0,6% al 0,3%) el porcentaje de bebés nacidos muertos; y en cuanto a los fallecimientos en el primer año, descendieron del 1% al 0,3%, alcanzando las mismas tasas que en los bebés concebidos sin ayuda.

Para los autores de la investigación, la principal razón de esta mayor salud son las políticas de transferencia de un embrión único algo en lo que, reconoce Requena, los nórdicos sacan ventaja a los españoles. «Allí la seguridad social cubre más ciclos de forma gratuita y aquí la gente demanda más posibilidades de conseguir un embarazo en un intento concreto, aunque de forma acumulada los resultados sean los mismos», apunta el especialista, que insiste en que los expertos españoles intentan imitar a sus homólogos del norte.

Ahora mismo, un 25% de los nacimientos por reproducción asistida son gemelares en España, porcentaje que baja a un 11,6% en los países incluidos en el estudio. Aún así, Requena subraya que los datos sobre salud de los nacidos por esta técnica son extrapolables a España. A ello ha contribuido también la mejora en los laboratorios y medios de cultivo de los embriones, aunque el experto reconoce que no hay datos que lo avalen similares a los del trabajo publicado en Human Reproduction. «Se está haciendo un esfuerzo también en este sentido y se están ampliando los registros», concluye.

Hace menos de un año, el New England Journal of Medicine aprovechaba para dar un tirón de orejas a la desidia de los países que no registraban sus datos en reproducción asistida. En una carta a la revista firmada por expertos de los Centros Nacionales para el Control y Prevención de las enfermedades, los autores pedían que no sólo se tuviera constancia del estado de salud de los niños nacidos por estas técnicas en el momento del parto, sino que se recopilaran sus datos sanitarios durante más tiempo. Sería la forma idónea de acallar a los agoreros que pronosticaban menos de una semana de vida a Louise Brown y de tranquilizar a los cada vez más numerosos pacientes de estas técnicas.