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Con pareja, pero como madre, mejor sola



Hace apenas 15 años, las mujeres que se lanzaban a tener hijos en solitario mediante técnicas de reproducción asistida eran muy pocas. Según la descripción de los especialistas, buena parte de las integrantes de este reducido grupo querían ser madres solas más por resignación que por elección. En la mayoría de los casos, su monoparentalidad era fruto de unas circunstancias vitales que no habían planificado ni escogido (muerte o abandono del cónyuge, divorcio o separación sin descendencia, no haber tenido pareja nunca…).

Sin embargo, igual que el modelo de familia tradicional ha saltado por los aires, también lo ha hecho el perfil de la mujer que afronta la maternidad ella sola. En primer lugar, ya no se trata de casos aislados. Según la Asociación Nacional de Clínicas de Reproducción Asistida (ANACER), entre el 15% y el 20% de las féminas que acuden a la medicina reproductiva lo hace sin pareja.

Paralelamente, además de ser un grupo cada vez más numeroso, el de las madres solas también es más variopinto. Tanto es así, que los especialistas se están replanteando la terminología que utilizan al clasificar los casos. Según un póster expuesto en el último Congreso Nacional de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), celebrado en Málaga el pasado mes de mayo, las denominaciones ‘mujer sola’ o ‘mujer sin pareja masculina’ pueden estar quedándose obsoletas, dado que cada vez más mujeres quieren ser madres solas mediante el semen de un donante anónimo aunque tengan pareja masculina con la que tampoco les une ningún vínculo legal (no son matrimonio ni tampoco pareja de hecho).

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«Se trata de mujeres con las ideas muy claras que han desligado por completo los conceptos de maternidad y de pareja sentimental. Lo asumen como dos proyectos vitales distintos que pueden coincidir o no en el tiempo y no suponen ninguna atadura legal o biológica que no se haya pactado previamente», resume la doctora Yolanda Cabello, directora del Laboratorio de Reproducción del Hospital Quirónsalud Ruber Juan Bravo de Madrid.

Existen diferentes motivaciones para optar por esta aún novedosa fórmula de maternidad. Estar inmersa en un ciclo de reproducción asistida para ser madre sola y empezar una relación amorosa que finalmente sigue adelante; encontrarse embarazada cuando se conoce a la pareja, emparejarse con un varón que no desea tener hijos o que ya los tiene de una relación anterior y no quiere más…

«Cada pareja es un mundo, pero lo cierto es que cada vez vemos más chicas que quieren ser madres en solitario pero no están solas», coincide Vicenta Verdú, coordinadora de ginecología de la clínica Ginefiv.

TESTIMONIO

«En esta fórmula más que egoísmo hay generosidad»

Yolanda Cabello es, si puede decirse así, arte y parte en reproducción asistida. Arte porque es embrióloga y desde hace 16 años ayuda a parejas y mujeres solas a superar sus problemas para engendrar hijos; y parte porque ella misma ha tenido que recurrir a la Ciencia para convertirse en madre de Olivia, una preciosidad de ojos azules que acompaña a su mamá en este reportaje.

El caso de Yolanda es representativo de una tendencia cada vez más presente en las unidades de reproducción asistida de nuestro país: mujeres que desligan la maternidad de la vida en pareja… aunque la tengan. «Él concretamente tiene tres peques de una relación anterior y ya no quería más. Yo le entendía, pero llegó un momento en el que yo no me resignaba a no tener hijos propios. Le propuse esta fórmula y se quedó perplejo porque ciertamente no es habitual, pero luego me apoyó en mi decisión», rememora la doctora.

Yolanda tardó dos años en concebir a Olivia y en ese periodo la relación sentimental sufrió un desgaste que acabó dinamitándola, seguramente porque ambos confiaban en que el camino sería más sencillo… y no suele serlo. «Psicológicamente es muy duro ver que el embarazo no llega, incluso cuando estás familiarizada con estos temas, y al final toda esa presión nos pasó factura», cuenta Cabello quien, no obstante, no se arrepiente de su decisión; muy al contrario cree que el hecho de ser madre en solitario le hizo el trago menos amargo. Yolanda no guarda rencor a su ex pareja y tampoco ha cambiado su visión de lo que supone tener un hijo en solitario a pesar de tener una relación amorosa.

«Tengo contacto con otras mamás en esta situación y yo soy la única que ahora está soltera. El resto no solo tiene pareja, es que ellos ejercen como verdaderos padrazos, apoyan a las madres por completo y conviven como una familia convencional», relata la embrióloga que quiere dejar claro que esta fórmula de familia no responde ni al egoísmo de la mujer por ser madre a toda costa ni al del varón por desligarse de todo compromiso; sino todo lo contrario. «Creo que en estas relaciones lo que hay es generosidad. La de ellas por no presionar a sus parejas para cumplir un sueño que en realidad es solo de su parte y la de ellos por apoyarlas en el camino, que no es nada fácil, y luego ejercer a efectos prácticos como padres de un niño que no es suyo», afirma. En cualquier caso, la especialista advierte de que antes de lanzarse a esta aventura hay que despojarse de la visión romántica de la maternidad y poner los pies en la tierra.

Mucha planificación

«Si vas a ser madre en solitario debes planificarte con antelación porque a priori la única responsable del cuidado y bienestar de tus hijos vas a ser tú, aunque eventualmente puedas contar con la ayuda de una pareja que puede llegar o no. También tienes que pensar en qué pasará con tus hijos si a ti te ocurre algo y si tienes pareja es conveniente asesorarse previamente acerca de lo que puede ocurrir legalmente si la relación se rompe. En función de cuándo se produzca esta posible separación, de cuánto tiempo hayan convivido y en qué circunstancias, hay que pensar que quizá no es justo para el niño deshacer también una serie de vínculos afectivos que son independientes de los lazos biológicos». Con estas palabras, Cabello quiere remachar la idea de que los modelos de familia se han diversificado y que cada vez hay más fórmulas al respecto que pueden resultar si se toman las decisiones de manera consciente.

A la pregunta de si tendrá más hijos ella sola, la doctora duda no porque no esté segura de que su decisión fuera acertada en su momento es que «Olivia solo tiene un año, estoy acabando la carrera de Psicología, trabajo en el laboratorio, cuido de mis padres y de mi abuelo, tengo mascotas, he retomado el gimnasio… tengo las ideas claras, lo que no tengo es tiempo», bromea Yolanda.

Haber avanzado socialmente, carreras profesionales más sólidas, trabajos más gratificantes y mejor remunerados, independencia económica y personal… estos y otros factores han hecho posible que la mujer ejerza la decisión de ser madre de manera más libre.

No obstante, los expertos consultados por Salud Revista coinciden en que todavía queda una asignatura pendiente: tener un mejor conocimiento de la propia biología y ser conscientes de que estos logros han repercutido positivamente en la calidad de vida y en la salud general de las mujeres, pero no han hecho que la fertilidad mejore o sea más prolongada.

«Gozamos de mejor salud a edades más avanzadas, pero el reloj biológico no se ha retrasado. Una mujer que quiere ser madre ha de tener saber que a partir de los 35 años la fertilidad sufre una merma progresiva que a partir de los 37 es drástica, tanto en cuanto al número de óvulos como en su calidad para lograr una gestación normal», explica la doctora Miren Mandiola, directora del laboratorio de la Unidad de Reproducción Asistida Quirónsalud Donostia.

«La mujer que aspira a ser madre sola acude a su primera consulta de reproducción asistida en torno a los 38 o 40 años pensando que todavía tiene mucho tiempo por delante, pero lo cierto es que es bastante tarde en el sentido de que nos limita las opciones de tratamiento exitoso y nos obliga a correr contra ese reloj biológico que a esas edades más que correr vuela», se lamenta el doctor Koldo Carbonero, director de la Unidad de Reproducción Asistida de este centro vasco y presidente de la sección de fertilidad de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO).

«No es una realidad agradable de contar y por regla general las pacientes se lo toman fatal. Todas se entristecen y algunas incluso se enfadan, pero hemos de ser honestos con ellas. Si acuden a nosotros en torno a los 40 años es muy difícil que puedan ser madres con sus propios óvulos», apunta la Rocío Núñez, subdirectora de la clínica Tambre (Madrid).

Por su parte, Verdú señala que «es un mensaje que no acaba de calar porque el concepto de envejecimiento ha cambiado por completo y los mensajes que nos llegan contribuyen a la formación de unas expectativas muy poco realistas en cuanto a la posibilidad de tener hijos, pero lo cierto es que el tejido ovárico es tremendamente sensible al paso del tiempo y es nuestro deber explicarlo».

Diferentes soluciones

La opción más habitual para las mujeres que buscan ayuda para tener hijos rondando la cuarta década de la vida es la ovodonación (someterse a Fecundación in vitro con óvulos de una donante joven) o la adopción de embriones (sobrantes de procesos de reproducción asistida de otras pacientes). Ambas técnicas tienen una tasa de éxito bastante aceptable, dado que ya no existe el obstáculo de la edad tardía. Sin embargo, en muchas ocasiones, estas alternativas plantean dilemas éticos y dudas personales, fundamentalmente porque el bebé no tendrá la carga genética de los progenitores.

Por eso todos los especialistas abogan por asesorar a las mujeres sobre fertilidad en sus revisiones ginecológicas rutinarias para que se familiaricen con aspectos básicos de su fertilidad, tales como los de la reserva ovárica, ya que eso les permitiría conocer mejor sus probabilidades de tener hijos y tomar decisiones más serenas y mejor planificadas.

La reserva ovárica alude al número de óvulos que albergan los ovarios. Con cada ciclo menstrual la reserva desciende progresivamente. A partir de los 35 años, se produce una reducción muy significativa del número de óvulos y de la calidad de los mismos; entendiendo como óvulos de calidad aquellos aptos para dar lugar a un embarazo normal. En torno a los 38 años la reserva ovárica está muy mermada, a los 40 es escasa y a partir de los 43 se considera agotada.

La opción más habitual para las que buscan ayuda para tener hijos rondando la cuarta década de la vida es la ovodonación o la adopción de embriones

Las pruebas para saber la reserva ovárica no son especialmente complicadas. Una ecografía transvaginal para contar el número de folículos antrales, un análisis de sangre para conocer el perfil de FSH (hormona foliculoestimulante) y estradiol o una prueba sanguínea para determinar el nivel de AMH (hormona antimülleriana) dan una idea bastante fiable de cuál es. Conocer el dato ayuda a que, por ejemplo, una chica joven con una reserva baja pueda plantearse adelantar sus planes de maternidad, preservar tus fertilidad vitrificando sus óvulos para ser madre posteriormente…

¿Y cuándo hay que preguntar por tu reserva ovárica? «No hay una edad de corte, pero si una chica tiene clarísimo que quiere ser madre en un futuro debe hablarlo con su ginecólogo. Salvo si estamos muy ligados a la medicina reproductiva, este tema no suele salir en consulta por temor a invadir la vida privada de la paciente», alega el doctor Carbonero.

Por su parte, Rocío Núñez insiste en que «la reserva ovárica te da la información de la situación aquí y ahora, pero no cómo será dentro de un año. Por ello lo verdaderamente fundamental es informarse para poder tomar decisiones antes de los 35 años; tanto si es para tener hijos a corto plazo como si es para preservar la fertilidad y tenerlos más adelante».