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Los inesperados beneficios de ser madre tardía



Ni los cuentos de hadas, ni la presión social o familiar, ni siquiera el reloj biológico han podido frenar el retraso de la maternidad entre las mujeres españolas. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre movimiento natural de la población en 2016, la edad media de la maternidad en nuestro país alcanzó un dato histórico: 32 años (dos años más que en 2006).

“La mayoría de países occidentales están en un proceso de retraso en la edad de tener un bebé por la difícil conciliación laboral y los últimos coletazos de la crisis económica”, explica el sociólogo Santiago Pardilla Fernández. Al entorno socioeconómico se le suman el problema de la fertilidad y el estigma de la mamá mayor: madres con “menos energía”, “más cansadas” y que “parecen abuelas”, por nombrar algunos de los más que manidos argumentos sobre el tema. Todo ello plantea un escenario bastante pesimista para la madres tardías, que no ha hecho si no empeorar con los estudios científicos que relacionan la edad de la madre con inconvenientes en el desarrollo del feto.

Ahora un grupo de investigadores parece (por fin) haberles dado tregua. En un estudio publicado en febrero en el International Journal of Epidemiology, un grupo de científicos analizó la asociación entre edad materna y capacidad cognitiva en niños, una vez que habían cumplido los 10 años. Para ello los investigadores compararon tres grandes estudios longitudinales realizados en Gran Bretaña durante los años 1958, 1970 y de 2000 a 2002, con muestras de 10.000 niños cada uno.

Los resultados fueron sorprendentes. Si bien en el estudio de los años 50 la asociación entre edad materna y capacidad cognitiva era negativa, es decir, los hijos de madres de entre 35 y 39 años tenían puntuaciones cognitivas peores que los hijos de madres jóvenes, en el de 2000 la asociación se había invertido: los niños nacidos de madres de entre 35 y 39 años alcanzaban resultados significativamente mejores en las pruebas cognitivas que los de las más jóvenes.

No era la edad, era el dinero

Tal y como explican los investigadores en el estudio, en los años 50 las mujeres que tenían hijos al final de la treintena habían concebido etre cinco y seis veces con anterioridad, es decir no eran primíparas (primerizas). Esto suponía un agravante a su desarrollo cognitivo debido a que los hermanos mayores tenían más acceso a los recursos parentales: hoy incluso se relaciona la falta de atención de los padres que trabajan lejos de sus hijos con alteraciones en el cerebro negativas para el cociente intelectual (CI).

Además, las familias numerosas eran en general más pobres; una condición, la pobreza, que se ha relacionado estrechamente con el desarrollo del cerebro, debido a tres factores que se derivan de la falta de recursos: malnutrición, malas condiciones sanitarias y los retos a los que se enfrentan los niños. En aquella época “el que venía cuando la madre tenía 35 ya se criaba solo”, bromea Armando Bastida, enfermero de Pediatría, padre y fundador de la comunidad Criar con sentido común.

Las madres del estudio del año 2000 que tenían sus descendientes tarde —en este caso, su primero—, a diferencia de las mujeres en los 50, habían preferido desarrollar una carrera profesional, se encontraban en un nivel socioeconómico más cómodo y siguieron mejores conductas de salud durante el embarazo.

Aunque “se ha visto en muchos estudios que las familias con menos recursos tienen niños con peor desarrollo —gozan de menos acceso a oportunidades o quizá los padres ponen menos importancia en la lectura y otras actividades…”, comenta Armando Bastida— a las madres tardías a día de hoy “les preocupa que sus hijos tengan un nivel parecido al suyo (estudios, cultura, economía…)”.

Bastida insiste en un punto clave del estudio, “las diferencias cognitivas en los pequeños no vienen dadas por factores genéticos o biológicos asociados a la edad de la madre, es tan sencillo como que todo lo que antes pasaba a los 25 años se ha movido a los 35”.

No solo eso: un reciente estudio llevado a cabo por la Universidad Southern California encontró que dar a luz después de los 35 mejora las habilidades mentales… de la madre. Los investigadores creen que se debe al incremento de hormonas –estrógenos y progesterona— que se produce durante el embarazo, que actúa de forma positiva en la química del cerebro y su efecto aumenta cuanto mayor sea la madre. Para llegar a esta conclusión, hicieron pruebas a 830 mujeres en la menopausia: aquellas que habían tenido hijos a partir de los 35 mostraban mejor memoria verbal y cognición.

Aparte de los factores biológicos, demográficos y sociales favorables a las madres tardías no hay que menospreciar el hecho de que, según se ha probado en un estudio de la Aarhus University de Dinamarca, educan imponiendo menos castigos y con menos violencia verbal que las más jóvenes, lo que repercute en el bienestar emocional de los niños. En este sentido, otro estudio realizado en la Universidad de Columbia (EE UU), muestra que “los padres mayores pueden ser menos resistentes que los más jóvenes, pero tienen mayor experiencia y conocimiento”, por lo que “la desventaja biológica está en cierto grado equilibrada por la ventaja social”.

Sí que verán crecer a sus hijos

Si bien los embarazos al final de la treintena se asocian con una mayor probabilidad de complicaciones, como aumento de la incidencia de síndrome de Down, mayor riesgo de hipertensión o de diabetes gestacional, también ofrecen ventajas a nivel de salud. En un estudio publicado en el American Journal of Public Health, realizado con una muestra de más de 20.000 mujeres, los investigadores detectaron que aquellas que fueron madres después de los 25 años —el considerado momento de oro biológico para reproducirse— en realidad tenían un 11% de probabilidades más de vivir hasta los 90 años.

Hilemos más fino: en otro estudio realizado en la Boston University School of Medicine, (EE UU) se examinó la esperanza de vida de las madres mayores y se encontró que las mujeres que tuvieron su último hijo después de los 33 años juntan más papeletas para vivir hasta los 95. Es más, parece ser que tienen el doble de probabilidades de vivir hasta los 95 que aquellas que tuvieron su último hijo antes de cumplir 30 años.

“Por supuesto esto no significa que las mujeres deban esperar a tener hijos a edades más tardías con el fin de mejorar su esperanza de vida”, explica el autor del estudio, el doctor Thomas Perls: “La capacidad natural de tener un hijo a una edad avanzada probablemente indica que el sistema reproductivo de la mujer está envejeciendo lentamente, y por lo tanto, el resto de su cuerpo también”. Estos hallazgos apuntan a que quizás las mujeres seamos la fuerza impulsora detrás de la evolución de las variantes genéticas que retrasan el envejecimiento y que ayudan a las personas a vivir en extrema vejez. En cualquier caso se trata de una excelente noticia para las víctimas de la odiosa coletilla “las mamás viejas no verán crecer a sus hijos”. Pues mire, va a ser que no.

MOTIVOS DE INFECUNDIDAD ‘MADE IN SPAIN’

La comunidad autónoma española con mamás más jóvenes es Melilla con una media 29,63 años mientras que las mamás más mayores, 32,82 años, se encuentran en el País Vasco. Si comparamos las estadísticas españolas con las del resto del mundo (y especialmente de los países desarrollados) vemos que España encabeza el retraso de la maternidad en Europa, siendo la edad del primer hijo de las más elevadas del mundo. El Centro de Estudios Demográficos de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) ha analizado las tendencias yposibles causas de la infecundidad en España en el artículo científico titulado La infecundidad en España: tic-tic, tic-tac, tic-tac !! (2016) y las ha resumido en estas cinco:

  1. Mujeres que por razones biológicas no pueden tener hijos (infertilidad primaria). En España tiene un nivel bajo (2%).
  2. Mujeres fértiles pero que no desean tener hijos (infecundidad deseada). Sonuna minoría en España, siempre inferior al 5%.
  3. Aquellas que pueden y quisieran tener hijos pero no se lo plantean porque consideran que son demasiado jóvenes para tenerlos (infecundidad normativa).
  4. Mujeres que pueden y quieren tener hijos y están en las edades socialmente consideradas para ser madres pero que deciden posponer la decisión porque no reúnen las condiciones familiares y / o materiales óptimas (infecundidad transitoria).
  5. Aquellas mujeres que cuando deciden tener hijos no los tienen porque no se quedan embarazadas, experimentando baja fertilidad o infertilidad sobrevenida con la edad.

Las dos últimas son las causas más importantes por las que las mujeres no tienen hijos, por ello los autores del estudio Albert Esteve, Daniel Devolder y Andreu Domingo concluyen que “como sociedad, deberíamos plantearnos la asignación de recursos a nuestras vidas e incorporar la crianza de los hijos en las primeras edades como un pilar más del estado del bienestar”.