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500 hijos vivieron a lo largo de su vida desconociendo por completo el gran secreto de sus madres



Meses atrás les explicaba el curioso caso del Bertold Wiesner, un médico especialista en inseminación artificial que, entre 1943 y 1962, ayudó a más de 1.500 mujeres a poder cumplir su sueño de ser madres. Lo sorprendente de la historia radicaba en que 600 de esas nuevas concepciones se habían realizado con esperma del propio doctor Wiesner, calculándose que había en el mundo ese número de personas compartiendo el mismo ADN.

Hoy les traigo otro relato no menos sorprendente y que mucho tiene que ver con una rudimentaria forma de reproducción asistida, en el que nada tenían que ver las probetas y mucho el contacto físico.

Helena Rosa Wright fue una de esas pioneras que tuvo un papel fundamental en la vida de muchísimas personas en una época en la que no estaba bien visto que una mujer realizara tareas encomendadas al sexo masculino. Si a eso le agregamos que se especializó en temas de control de natalidad, aborto y ayudó a concebir hijos a un gran número de matrimonios de un modo que no hubiese sido bien visto de haberse sabido, tenía todos los números para ser señalada y muy criticada por ello (teniendo en cuenta que comenzó a ejercer la medicina durante la primera década del siglo XX).

Pocos años después de acabar la Primera Guerra Mundial, Helena Rosa Wright comenzó a recibir en su clínica privada de Holloway (distrito situado al norte de Londres) la visita de docenas de mujeres angustiadas por el hecho de no poder concebir un hijo, tras llevar intentándolo mucho tiempo.

Se trataba de las esposas de muchos de los combatientes que tras volver de la guerra lo habían hecho con graves secuelas físicas y, sobre todo, psíquicas, produciéndoles a la mayoría de ellos múltiples disfunciones sexuales (impotencia, inapetencia por mantener relaciones intimas o esterilidad).

Helena Rosa Wright fue pionera en temas de control de natalidad (sangerpapers.wordpress)En aquella época la inseminación artificial todavía estaba en desarrollo y tan solo se había realizado pruebas con animales, por lo que la única solución que se le ocurrió a la doctora Wright fue el proporcionar a cada una de esas mujeres un donante que las fecundase. Evidentemente esa fecundación se realizaría a través de mantener relaciones sexuales entre el donante escogido y las angustiadas esposas, tan deseosas de traer un hijo al mundo.

A través de Suzanne (su enfermera), Helena Wright conoció a Dereck, su joven y veinteañero esposo, quien era el candidato ideal para ser el fecundador y nuevo repoblador del Reino Unido, en vista de que eran miles las parejas británicas que no podían concebir, tras los estragos de la guerra.

Dereck poseía todos los elementos que lo convertían en el candidato ideal: era alto, esbelto, deportista, con una buena formación cultural e inteligente, además de poseer unos exquisitos buenos modales. Pero, además de todas estas virtudes, una de las principales era que no se establecería ningún tipo de vínculo emocional.

Cada vez que una mujer acudiese a la clínica de la doctora Wright en busca de ayuda y estuviese de acuerdo en concebir un hijo a través de un contacto sexual directo, Dereck acudiría a la cita elegantemente vestido y mantendrían la relación sexual (en el día acordado, que era el más fértil de esa mujer) y nunca más volverían a saber el uno del otro. Tan solo era posible un solo intento (para descartar cualquier tipo de lazo sentimental que una segunda vez podría propiciar).

Entre los años 20 y 50, Helena Rosa Wright ayudó a traer al mundo cerca de 500 niños (sangerpapers.wordpress)La mujer fecundada se comprometía a guardar silencio de por vida y debía abonar, en concepto de gastos, 10 libras esterlinas, que irían a parar para mantener los gastos ocasionados en las clínicas de Helena Wright, quien abrió una segunda consulta, esta vez en el céntrico barrio londinense de Walworth y con los años dos más en Knightsbridge y Notting Hill. Lo que realmente se desconoce es la minuta acordada por los servicios prestados por el joven o si por el contrario se ofreció voluntario altruistamente para ayudar a repoblar su país.

Cada vez que nacía un bebé de uno de esos encuentros Dereck recibía un telegrama de la doctora Wright comunicándole la noticia. Fue una de las dos condiciones impuestas por él: total anonimato sobre su identidad y ser conocedor de cada uno de los hijos engendrados. No quería conocerlos personalmente, pero sí saber de cada una de sus existencias.

Entre 1920 y 1950 nacieron un total de 496 criaturas a raíz de este peculiar método de inseminación asistida que había creado Wright, aunque se calcula que los encuentros para fecundar a diferentes mujeres podrían haber triplicado esa cantidad.

De la vida personal y privada de Dereck tan solo se ha conocido a través del tiempo que tuvo tres hijos nacidos dentro de su matrimonio con Suzanne y dos más a raíz de una relación con una mujer que tiempo atrás había sido la amante de su propio padre.

Lo que sí es sabido es que esos cerca de 500 hijos vivieron a lo largo de su vida desconociendo por completo el gran secreto que sus madres guardaron y jamás les contaron.