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¿Se está haciendo fecundación in vitro? Olvide las patatas fritas



El último trabajo en este sentido se ha presentado en el Congreso de la Sociedad Europea para el Estudio de la Reproducción Humana y la Embriología (ESHRE), celebrado recientemente en Estambul (Turquía). Investigadores de la Universidad de Harvard (en EEUU) han llegado a la conclusión de que el tipo de grasa que se consume antes y durante el tratamiento previo a la fecundación in vitro (FIV), la estimulación ovárica con hormonas, influye directamente en el número de ovocitos que se consiguen extraer del útero.

Se trata, por lo tanto, de un elemento predictor del éxito de la FIV ya que la consecución de pocos ovocitos de buena calidad, en metafase II (MII, los únicos aptos para la FIV), hace que disminuyan las posibilidades de conseguir embriones idóneos para la implantación.

No es la primera vez que se estudia la presencia de grasa en las dietas en relación a la salud reproductiva: por ejemplo, afirman desde la ESHRE, estudios previos habían asociado el consumo elevado de grasas trans a la infertilidad ovulatoria (como la causada por el síndrome de ovario poliquístico) y al aborto, mientras que otros habían ligado las grasas saturadas a menores concentraciones de esperma.

Sin embargo, existen muy pocos trabajos que estudian el efecto de los distintos tipos de grasa en mujeres o parejas con problemas de infertilidad ya diagnosticados y en tratamiento para tener hijos.

En el estudio presentado en Estambul, el profesor de Nutrición y Epidemiología de la Universidad de Harvard, Jorge Chavarro, estudió a 147 mujeres preparándose para una FIV, a las que dividió en grupos según su consumo de grasa. Así, se comparaba el resultado de las distintas participantes con el obtenido por un tercio de las mujeres que menos grasas habían consumido.

Tras el análisis estadístico, llegó la confirmación: las mujeres en el tercio más alto en lo que a consumo de grasas saturadas se refiere, ‘produjeron’ una media de 9,3 oocitos MII, mientras que las que menos grasas de este tipo habían consumido lograban 11,6 MII de media.

Lo curioso es que este resultado era independiente de otro factor de riesgo ya asociado a un peor resultado de la FIV: la obesidad. Por lo tanto, ahí va un aviso: si alguna lectora, sometiéndose a una FIV, es de ese afortunado grupo que consume grasas saturadas y no engorda, debe también eliminarlas de su dieta.

Otro dato del estudio volvió a poner de manifiesto que las grasas no son un elemento que se puede eliminar de la dieta. Por el contrario, así como cada vez son más los atributos negativos que se descubren de las saturadas, también crecen los positivos asociados a las grasas buenas.

Las mujeres que tomaban más grasas monoinsaturadas tenían 3,45 más posibilidades de dar a luz un niño tras la FIV.

Puesto que el estudio es meramente observacional y no desvela los mecanismos por los que se produce esta asociación, Chavarro afirma que es pronto para recomendar restricción en el consumo de grasas en mujeres practicándose una FIV.